Las noches frías sin reproche
se vuelven cansinas, sin esencia,
carentes de todo sentido
después de medianoche.
Insomnios de antenoche acumulados,
contando estrellas en un cielo contaminado,
parece como si eterno se vuelve el tiempo
desde la vista de ojos cansados.
Tristezas amargas con lágrimas secas
se vuelven cual vino para el embriagado:
tan sólo una forma de ahogar penas
para aquellos guardanoches sin propósito.
Ni contando ovejas de un rebaño ilusorio
pueden hacer pastoreo para el despabilado
quien llora, sufre, y pena en silencio
por no saber ideas de qué le ha pasado.
Quizá sea un desamor, o tal vez depresión,
palabras fuertes para un extinto soñador
pero respuestas faltan para tener comprensión
para el hombre desvelado con débil candor.