Esa
noche fue fría, por el frente que se avecinó como la fuerza de dos vendavales
en una costa agitada, oscura como mis peores zapatos y tensa, como la pelea
interna de uno mismo contra su propio abismo.
Sorprendía
la ausencia de razón y empatía en la habitación, digo, no es normal que tu
antigua vida de la preparatoria con la cual peleaste acaloradamente sobre una
estúpida pelea sobre tu “falta de atención” que denotabas por tantos problemas familiares
ajenos a ti, viniera sin más recordándote sobre las decisiones sobre el futuro
que tendrías en tu vida y profesión, el cual sabía que vendrían con aquellos
recuerdos tan bellos y a la vez confusos que te acongojan como una sombra, siguiéndote
a todas partes, sin ningún sentido aparente más que el ser el puro reflejo de
nuestro ser en un plano dimensional, sin sentimientos, sin excusas, sin peros.
Pero
vaya, sigue siendo sorprendente lo que he logrado: aquellas noches de desvelo,
lágrimas nostálgicas y sacrificios para lograr llegar a donde estoy, aunque si
se ve desde una retrospectiva, hubiera sido más fácil si tan sólo hubiera
tenido el valor suficiente para poder tomar lo que quería, pudiendo hacerlo
solamente cuando tomé la decisión de querer ser un licenciado en Historia y no
un Ingeniero en sistemas computacionales o mecánico eléctrico, como mi pedante
madre y otros querían que fuera por conveniencias del tan estúpido “hueso” que
todos los faltantes de corazón y ávaros anhelan más que el mejor placer sexual
que se les puede brindar con pasión y sentimiento.
Siento
que la vida es un tanto sencilla en ciertos aspectos: puede parecer tanto fácil
como voltear una tortilla del comal con la mano, y difícil, como resolver los
problemas socio-raciales de Estados Unidos de Norteamérica y México puestas
juntas. Ja, vaya que ha pegado mis clases de problemáticas del mundo.
Pero
es aquí, donde al menos desde mi perspectiva, entra el dilema del aspirante a
historiador; el cómo puede hacer su oficio noblemente sin caer en la tentación
del éxito investigativo y la bastardía en el aprendizaje de uno mismo para
entender el contexto del mundo desde la perspectiva del pasado, para entender
nuestro presente y así, mejorar nuestro futuro. Y, siendo sincero, puedo decir
que no podemos dilucidar eso por un carajo sentido de la magnitud y presión en
la carrera, increíble e irónico, ¿No? Esperar mucho de personas que intentan
hacer su mejor esfuerzo sólo para darles el Talón de Aquiles si no lo tenían y
aplastarlo con toda la enjundia del Tratado de Tuxtepec para hacerlo más de dos
veces, como el bigotón Díaz.
Mi ser siente que quizá he agarrado una carga que además
de vital para su mundo, implica entrar en un mundo que se va más centrado en
ideas neopositivistas o conservadoras siendo una persona tan liberal como un
travesti en los barrios de primera estirpe: locas y desatadas para lo que se
venga, dispuestos a romper las normas comunes para crear nuevas y adaptables a
una sociedad pulsante. Quizá, sea cierto que agarré una carrera que no sea para
todos y para todos a la vez, pero que sólo los que de verdad tengan la
determinación de vida para tomar las riendas de las velas de su barco de vida
en el mar austero que es nuestro mundo social, podrán lograr ser llamados
“Historiadores”.
Y
entre estos pensamientos y mis ganas intrínsecas de no volar mis documentos por
todo el escritorio producto de las tareas repetitivas y la dificultad de
expresar mis sentimientos a la carrera, a pesar de los intentos bajos de
personas que te quieren ver hundido por cualquier medio posible para que no
logres tus metas, a pesar de todo ello, siento un poco que voy por esos rumbos
correctos tambaleando como aquellos cínicos griegos, criticando y llevando en mí
mismo los elementos para ser feliz y conquistar la autonomía, con aquel
desprecio a las riquezas y a cualquier forma de preocupación material, ya que
en sí el hombre con menos necesidades es el más libre y el más feliz, y siendo
esa la verdadera pasión y vocación del que investiga la Historia.
-Monólogo Soliloquio, creado por Sir Bloodlines.
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